BLADE RUNNER

Título original: Blade runner.
País y año: Estados Unidos, 1999.
Dirección y producción: Ridley Scott.
Reparto: Harrison Ford, como Rick Deckard. Rutger Hauer, como Roy Batty. Sean Young, como Rachael. Edward James Olmos, como Gaff. Daryl Hannah, como Pris. Morgan Paull, como Holden. Brion James, como Leon. M. Emmet Walsh, como el capitán Bryant.
Joe Turkel, como el Dr. Eldon Tyrell. James Hong, como Hannibal Chew
Guión: Hampton Fancher, David Peoples y Roland Kibbee (sin créditos); basados en la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (Do Androids Dream of Electric Sheep?, de 1968) de Philip K. Dick.
Fotografía: Jordan Cronenweth.
Música: Vangelis.

LA NATURALEZA HUMANA: BLADE RUNNER

Desde tiempo inmemorable, el hombre ha anhelado la búsqueda de mitos tales como la piedra filosofal o la fuente de la eterna juventud. Sin embargo, hasta bien entrado el siglo XX, esta búsqueda estaba basada en la localización de un elemento mágico, capaz de producir una catarsis divina que nos permitiera vivir eternamente. En 1921, Karel Capek, acuñó el término «Robot» en su obra dramática «Rossum’s Universal Robots / R.U.R.»; cuya palabra en checo significa “trabajos forzados”. Desde entonces y hasta la aparición de ASIMO en el año 2000 la historia de los robots humanoides se desarrolló paralelamente al progreso de la informática y los chips. Si es cierto que el descubrimiento del código genético por Severo Ochoa, de la molécula de ADN por Watson y Crick y la presentación del mapa del genoma humano en abril del 2003 alimentaron muchas expectativas no es menos cierto que sembraron otras tantas dudas sobre procesos tan complejos como la manipulación genética o la ética en la clonación.

La literatura, como medio de expresión de los anhelos humanos, y más tarde el cine, que permite transformar el entramado de un texto en algo visualmente tangible, ha planteado diversos escenarios en los que determinados humanoides (bien sean robots, bien sean clonaciones), conviven con los humanos, sirviéndose de unos guiones en cuyos fondos subyacen conflictos éticos y filosóficos que debería plantearse la sociedad del futuro.

Blade Runner es una película de ciencia ficción estadounidense, basada lejanamente en la novela de Philip K. Dick: ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968). La controversia que provocó su estreno, en 1982, ha hecho que existan varias versiones de la película, cuyas diferencias más notables radican fundamentalmente en distintas maneras de plantear el desenlace de la acción y en la aparición de una voz en off a modo de narrador. La película, en su introducción, nos focaliza una ciudad hiperpoblada, Los Ángeles, en noviembre 2019. Nos describe una sociedad en la que seres fabricados a través de la robótica, a los que se denomina “replicantes”, son empleados en trabajos peligrosos y como esclavos en las «colonias exteriores» de la Tierra.

Quizás en una primera aproximación algunos lectores verán solo una historia de ciencia ficción, cuando lo cierto es que de ella se pueden extraer mensajes tales como la búsqueda de la eterna juventud, la esencia de la naturaleza humana, la convivencia de dos especies dentro de una misma sociedad y la búsqueda del origen de nuestra existencia.

Una de las preguntas que subyace tras las primeras escenas de la película es: ¿porqué los replicantes quieren volver a la tierra? Para tratar de resolverla Deckard visita la Tyrell Corporation, la fábrica de replicantes cuyo lema es más humanos que los humanos. Eldon Tyrell que le explica que los Nexus-6 han sido creados como ciudadanos de segunda categoría encargados de realizar tareas de alto riesgo para el hombre. Son máquinas nacidas como adultos, que no poseen recuerdos de forma natural, y a los que se les implantan recuerdos y se les dan fotografías de desconocidos.

El problema surge precisamente cuando estas máquinas comienzan a ser conscientes de su existencia en cuyo instante dejaban de ser máquinas esclavas para convertirse en criaturas esclavas. Es decir empiezan a “humanizarse, y por lo tanto a plantearse los mismos interrogantes que los humanos ¿De donde vengo? ¿A dónde voy? ¿Cuánto tiempo me queda de vida…? En un intento de control por parte del sistema, éstos les habían acortado la vida a cuatro años; Es en parte como si se les hubieran “recortado” los telómeros. Es en esencia, el mismo que se plantea El hombre bicentenario, donde un robot, debido a un defecto de fabricación experimenta sentimientos y emociones que le hacen luchar por una humanización de sí mismo.

El ojo como símbolo de los recuerdos, está presente a lo largo de todo el metraje: los ojos del búho, los ojos de Chew el genetista, las fotografías que llevan los Nexus-6 consigo mismo o los brillantes ojos de Rachael. Son los recuerdos los que nos hacen ser conscientes de nuestra vida pasada. Es por ello que los familiares de los pacientes aquejados de Demencia tienen la sensación de que sus vidas anteriores han sido robadas, borradas (El hijo de la novia); de ahí el drama de que los recuerdos no sean personales, privados. Su conocimiento por parte de los humanos implica haber sido víctima de un “implante”, y es precisamente así como Deckard le confirma a Rachel su condición de replicante (le explica un sueño sobre arañas que ella tiene frecuentemente dando a entender que conoce sus recuerdos). Tras un primer momento de tristeza, Rachael se deshace de su excesivo maquillaje y su complejo peinado, cualidades impostadas que ya no necesita, dándole al espectador la sensación de que la verdad le ha hecho libre.

Los dos test psiquiátricos más conocidos en la cinematografía son probablemente el Metodo Ludovico, aplicación práctica del condicionamiento operante de Paulov (La naranja mecánica), y el test de empatía Voight-Kampff. Este test se basa en el defecto de la personalidad de los Nexus-6 que carecen de empatía. A pesar de que en la película se sobreentiende como muy sensible, un repaso al cuestionario nos podría hacer dudar de su eficacia en la discriminación (Valor predictivo positivo). “Estás en un desierto caminando en la arena cuando miras para abajo y ves a un galápago. Está caminando hacia ti. Te agachas y le das la vuelta sobre su espalda. La tortuga queda sobre su caparazón quemándose al sol. Moviendo sus patas para tratar de darse vuelta. Pero no puede. No puede sin tu ayuda. Pero no la estás ayudando. ¿Por qué?“

A lo largo de toda la película se establecen diversas relaciones entre replicantes y humanos que pretenden alejar al espectador del clásico dualismo entre el bien y el mal. Es interesante que nos centremos en dos aspectos importantes del argumento: la relación que mantiene Errol Tyrrel con su sobrina Rachael, inicialmente de supuesto parentesco y posteriormente de servilismo, y la muerte León a manos de Rachael. El hecho de que Rachael salve a Deckard (al que ella cree humano) y “retire” a León (hermano de especie) acentúa la percepción en el espectador de que la importancia que le damos a las personas que nos rodean no procede de nuestro vínculo genético, sino de nuestras relaciones afectivas.

Los asesinatos de los Nexus-6 a lo largo de la película, no son en ningún caso gratuitos, y están condicionados por las respuestas y el trato que los humanos dan a los replicantes. Chew, el genetista que les confirma que su vida está limitada a cuatro años, muere por el trato que les dispensa como máquinas, no como humanos (Chew: yo creé vuestros ojos…. Roy: Mira que hago con tus ojos….). JR Sebastian, el ingeniero solitario, roza la muerte cuando les reconoce: “Hay algo mío en ustedes. Hagan una demostración.”. La respuesta no puede ser más contundente: “No somos computadoras, Sebastian. Somos físicos”. Quizás se salva en última instancia porque está aquejado de progeria, enfermedad que le acorta la vida y que les acerca.

La última muerte de un humano a manos de Roy, viene tras ser humillado por E. Tyrell, que pretende al conocerlos ser adulado como un dios. Tyrell les explica que su naturaleza no puede ser cambiada ni alterada y trata de demostrarles la irracionalidad de una vida limitada en el tiempo (“La milla verde” / “El hombre bicentenario”) y la necesidad de aprovechar el momento y de brillar en la vida mientras vivimos. Sin embargo sufrirá el mismo desenlace que Richard Attenborough en Jurassic Park: las criaturas se rebelarán ante su creador. La diferencia es que mientras Spielberg condena al empresario a la ruina por ignorancia, R. Scott decide eliminar a Tyrell por soberbia.

La lucha final es una lucha desigual. Roy, que presiente la muerte en cada fotograma, ha perdido a sus seres queridos (Zhora, León y Pris) y es consciente de que su vida carece de sentido, mientras que Deckard, cuyos días de soledad (reflejados en los fotogramas en su apartamento) parecen tocar a su fin, anhela una vida común con Rachael. Deckard se enfrenta a algo que sabe que no es capaz de vencer, tal vez porque está determinado genéticamente (empezamos a pensar si es un replicante), o quizás porque al igual que se propone en la película Gattaca (escena de los dos hermanos tras la carrera a nado hacia la claraboya), existe un resquicio en los humanos que puede hacer superponernos a alguien genéticamente mejor o más dotado. Es la eterna lucha entre el talento y la perseverancia, las cualidades y la tenacidad (¿Federer vs Nadal?). La máxima expresión de esta dualidad la vemos en la película Gattaca, cuando Vincent, el hermano no modificado genéticamente le insta: ¿quiéres saber como conseguí ganarte..? Jamás reservé nada para la vuelta.

Desde la presentación inicial de los Nexus-6, hemos visto la evolución de Roy Batley, y como sus sentimientos previos, la ira, la rabia, la soledad y el dolor, darán paso a la empatía, y a la resignación ante la insoportable levedad del ser. Es quizás por ello que en un último acto, que refleja su reconversión de replicante a humano, decide salvar a Deckard cuya muerte para él ya no tiene sentido, dejando para la posteridad una de las más famosas frases del cine:
“He visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser… Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”

Es sin duda una excelente escena final, tanto para la película como para mi exposición, sin embargo todavía el director pretende dejar otra puerta abierta a la especulación del espectador: ¿es Deckard un replicante? ¿qué vida les espera a Rachael y a Deckard? El origami del unicornio que se encuentra a la salida de su piso (y que parece revelar que Gaff conoce los sueños de Deckard), puede ser una respuesta. Quizás la ultima frase de la película, pronunciada por Gaff encierre en si misma el misterio y la esencia de Blade Runner: “Lástima que ella no pueda vivir, pero ¿quien vive?”. Tal y como dice Momo, “Cada hombre tiene su propio tiempo. y solo mientras siga siendo suyo se mantiene vivo”.

Francesc.puchades@34.200.51.56

Título original: Bicentennial Man
País y año: Estados Unidos, 1999
Dirección y producción: Chris Columbus /Michael Barnathan
Reparto: Robin Williams, Embeth Davidtz, Amanda Martin, Sam Neill
Oliver Platt as Rupert B
Guión: Isaac asimov
Fotografía: Phil meheux
Música: James Horner

Título original: El hijo de la novia
País y año: Argentina, 2001
Dirección y producción: Juan José Campanella / Adrián Suar
Reparto: Ricardo Darín, Héctor Alterio, Norma Aleandro, Eduardo Blanco, Natalia Verbeke
Guión: Juan José Campanella
Fotografía: Daniel Shulman
Música: Ángel Illaramendi

Título original: A clockwork orange
País y año : Reino Unido, 1971
Dirección: Stanley Kubrick
Intérpretes: Malcolm McDowell, Patrick Magee, Adrienne Corri, Michael Bates, Warren Clarke, Miriam Karlin, James Marcus, Michael Tarn, Philip Stone, Sheila Raynor, Godfrey Quigley, Clive Francis, David Prowse, Anthony Sharp
Guión: Stanley Kubrick, basado en la novela homónima de Anthony Burgess
Fotografía: John Alcot
Música: Wendy Carlos, Erika Eigen

 

Título original: The green mile
País y año: Estados Unidos, 1999
Dirección y producción: Frank Darabont
Reparto: Tom Hanks, Michael Jeter, Michael Clarke Duncan, David Morse
Sam Rockwell, Barry Pepper, James Cromwell, Doug Hutchison, Bonnie Hunt, Harry Dean Stanton, Graham Green
Guión: Frank Darabont, Basado en la novela El pasillo de la muerte (The Green Mile, de 1996) de Stephen King
Fotografía: David Tattersall
Música: Thomas Newman

Título original: Jurassic Park
País y año: Estados Unidos, 1993
Dirección y producción: Steeven Spilberg
Reparto: Sam Neill , Laura Dern , Jeff Goldblum , Richard Attenborough
Joseph Mazzello, Ariana Richards , Martin Ferrero , Bob Peck, Samuel L. Jackson , Wayne Knight , B.D. Wong
Guión: David Koepp, Malia Scotch Marmo, Michael Crichton
Fotografía: Dead cundley

Título original: Gattaca
País y año: Estados Unidos, 1997
Dirección: Andrew Niccol
Interpretación: Ethan Hawke, Uma Thurman, Jude Law, Gore Vidal , Loren Dean
Xander Berkeley, Jayne Brook , Elias Koteas, Blair Underwood
Guión: Andrew Niccol
Música: Michael Nyman

Título Original: Momo
País y Año: Italia/Alemania 1986
Dirección: Johannes Schaaf
Reparto principal: Radost Bokel, Mario Adorf, Armin Mueller-Stahl, Leopoldo Trieste, Ninetto Davoli, Bruno Stori, Elide Melli, Francesco De Rosa, Sylvester Groth, John Huston
Guion : Marcello Coscia
Musica : Angelo Branduardi

BIG FISH

Título Original: Big Fish.
País y año: EEUU, 2003.
Director: Tim burton.
Reparto: Ewan McGregor, Albert Finney, Jessica Lange, Alison Lohman, Billy Crudup, Steve Buscemi, Danny DeVito, Helena Bonham Carter, Matthew McGrory.
Guión: John August, Daniel Wallace (novela).
Fotografía: Philippe Rousselot.
Música: Dany Elfman.

Timothy «Tim» William Burton es un director, productor, escritor y diseñador estadounidense. Nació en California y desde su primer corto con tan solo 13 años (The island of Dr. Agor), sus películas se caracterizan por mundos imaginarios, en los que habitan seres peculiares e inadaptados, que viven historias extravagantes no desprovistas de cierto toque de humor negro.

En 2002, cuando le propusieron la realización de la película Big Fish, Tim Burton era ya un reputado cineasta, que había cosechado éxitos de taquilla y de crítica (Beetleljuice, Eduardo Manostijeras, Sleepy Hollow), que le conferían un estilo peculiar en cuanto a la puesta en escena, la evolución de los personajes y sus mundos góticos y extraños. Sin embargo, en su última película hasta este momento, El planeta de los simios, la buena recaudación no se acompañó de la crítica especializada ni de sus fanáticos seguidores, que la veían muy comercial y alejada de su estilo.

Así pues en 1999, Columbia pictures compra los derecho de una novela de Daniel Wallace, y se embarca en el proyecto de una película que inicialmente iba a ser dirigida por Steven Spielberg. Los problemas de adaptación de la novela al cine, llevaron a la renuncia de Spielberg, y el encargo llega a Tim Burton, que ve en la película un silogismo con su vida real. Burton, acababa de perder a su padre, y desde sus inicios se había sentido incomprendido por el mismo, al igual que Edward Bloom (Ewan McGregor, Albert Finney, el protagonisa de Big Fish, que mantiene una relación de incomprensión con su hijo.

Big fish es un reflejo de una sociedad, cuyos avances en medicina la han hecho progresar de una manera asombrosa desde el punto de vista tecnológico, pero que, a pesar de ello, no evita la llegada de lo inevitable. El hilo conductor de la película es la historia de la reconciliación de un hijo con su padre que se encuentra en su lecho de muerte, lo que le lleva a descubrir la verdadera historia de su vida. Al igual que ocurre en Corteo, un suceso inicial, la muerte, desencadena un desfile lleno de alegría, una procesión festiva producto de la imaginación de un payaso (en nuestro caso de Edward Bloom) que celebra su propio funeral en un ambiente carnavalesco, a través de una mezcla de lo grande y lo pequeño, lo ridículo y lo trágico, de la magia de la perfección y el encanto de la imperfección.

Tan solo unos meses después, apareció en el mercado independiente otra película, que con idéntico argumento inicial, (la muerte de un ser querido visto por su hijo), acaba mostrándonos las crudas situaciones como el dolor físico ante la enfermedad, o el dolor psíquico de ser conocedor de la inevitable llegada de la muerte. En “Las invasiones Bárbaras”, Remy, el protagonista, nos cuenta, a través de de diálogos existencialistas su temor a dejar el mundo en manos de “bárbaros” que nunca han abierto un libro, mientras que en Big Fish el guión evita parcialmente los momentos de dolor y crea un mundo surrealista de sueños e historias que se perpetuaran finalmente en el tiempo.

La corriente surrealista, nace a principios del siglo XX, como método de expresión de los sueños sin que medie la razón de por medio, “Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo… después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna” (Las tetas de Tiresia, drama surealista).

Es en este mundo donde Tim Burton se muestra más cómodo, empleandolo como fondo de un escenario donde plasma su imaginación, y, tal vez, sus pensamientos más profundos. La película tiene varios niveles de lectura, por lo que cabe indagar más allá de unas meras historietas contadas por un padre y observar la verdadera esencia de las mismas.

Burton claramente nos enseña que el riesgo a la muerte, el miedo al fracaso, al ridículo, es lo que nos hace ser realmente conformistas, y lo que hace que nuestros sueños se olviden y desaparezcan. Ed Bloom, sin embargo, parte de una ventaja: el ha visto su muerte a través de los ojos de una hechizera, y afronta sus retos con la convicción del héroe sin miedo. Ed. Bloom se enfrenta a numerosos peligros a lo largo de la película, y donde el espectador solo ve a un malabarista inexperto sobre una cuerda floja, nuestro protagonista posee la seguridad del vencedor, sabedor que camina sobre la poderosa red que han tejido sus sueños.

La historia de Edward se inicia con la búsqueda de su lugar en el mundo. Los astros deciden el lugar de nacimiento, pero el lugar donde vivir es fruto de una elección. La película es una constante contraposición de valores (rebeldía frente a conformismo, valentía frente a cobardía, decisión frente a resignación). La historia de nuestra vida compartida, es también la historia de una elección. Elegimos a alguien a quien conocemos, a quien amamos y con quien iniciamos una convivencia. Edward Bloom representa la perseverancia y la lucha en conocer y conseguir lo que amamos. Sin embargo una vida común no asegura un camino convergente, ni siquiera paralelo, y en nuestras pequeñas historias solitarias, en el trabajo, en nuestras aficiones, en nuestro mundo más íntimo trazamos círculos de amistad que interseccionan con otros círculos, pudiendo surgir, durante unos pocos segundos, durante un pequeño instante en el tiempo detenido, un vínculo más estrecho que eclipse a nuestra pareja.

Es aquí, en los pequeños ángulos que trazamos con nuestras elecciones en los que se resuelve nuestro futuro. Ed bloom por un instante dudó en quedarse con Jenny (Helena Bonham Carter), cuando consigue reparar la última casa de Espectro, pero una vez más renuncia a otra vida por perseguir y conseguir su sueño.

Los momentos finales resultan en esta película particularmente emotivos, porque Will (Albert Finney), su hijo, ya no trata de racionalizar las historias de su padre, sino que las acepta y las interioriza, de manera que también las hace suyas. El final de la obra vemos a Will contándole las historias a su propio hijo, lo que hace que las historias de su padre, se perpetúen en el tiempo. Así pues,el pez más grande del lago (Big fish) continua siendo más grande porque nunca se dejó pescar.

francesc.puchades@34.200.51.56

Título original: Corteo.
Director: Daniele Finzi Pasca.
País y año: EEUU, Noviembre 2005.
Intérpretes: El circo del Sol.
Música: Varios.

Título original: Las invasiones bárbaras.
Director: Denys Arcand.
País y año: Canadá, 2003.
Intérpretes: Rémy Girard, Stéphane Rousseau, Marie-Josée Croze, Dorothée Berryman, Louise Portal, Dominique Michel, Yves Jacques, Pierre Curzi, Marina Hands, Toni Cecchinato, Mitsou Gélinas, Sophie Lorain, Johanne-Marie Tremblay, Denis Bouchard, Micheline Lanctôt, Roy Dupuis.
Guión: Denys Arcand.
Fotografía: Guy Defaux.
Música: Pierre Aviat.

EL MANANTIAL: EL LIBERALISMO EN ESTADO PURO

Título Original: The FountainHead.
País y año: EEUU, 1949.
Director: King Vidor.
Reparto: Gary Cooper, Patricia Neal, Raymond Massey, Kent Smith, Robert Douglas, Henry Dull.
Guión: Ayn Rand (Novela: Ayn Rand).
Fotografía: Robert Burks (B&W).
Música: Max Steiner.

Ayn Rand, autora del guión de esta película (y de la novela que dio origen a ambos), está considerada como una de las referencias del pensamiento liberal del siglo XX. Rusa de San Petersburgo, Alissa Zinovievna Rosenbaum (1905-1982) nació en una familia judía no practicante. La revolución bolchevique arruinó al padre, farmacéutico, y Alissa conoció personalmente los efectos prácticos del comunismo: miseria, caos callejero, policía secreta, sustitución de la intimidad por la intimidación, purgas, redadas, deportaciones, ejecuciones y suicidios. En el invierno de 1926 llegó a Chicago, y posteriormente se trasladó a Hollywood. En 1932 consigue vender su primer guión cinematográfico. Muchos de sus críticos comparten la opinión que tenía una manera “soviética” de entender la literatura, narraciones que persiguen una finalidad didáctica y superhéroes doctrinarios. El manantial es probablemente su obra cumbre.

Apasionada por la arquitectura y muy influida por el arquitecto Frank Lord Wright, en el que se inspiró para el diseño de los edificios de “El manantial”, no es de extrañar que ambos coexistieran en un tiempo y un lugar: Chicago, capital de la arquitectura moderna. La tragedia del incendio en 1971 fue una magnífica oportunidad para la realización de una planificación urbana singular, la utilización de nuevas técnicas arquitectónicas con nuevos materiales de construcción y la creación de nuevos rascacielos, parangón de una nueva corriente arquitectónica: la escuela de Chicago.

La película es fiel a la técnica, y al “inevitable toque machista” de la época, plasmado en las escenas de la cantera, y la posterior bofetada que recibe el inconmensurable Grant. No es que sea comparable con una bofetada como la que recibieron en su momento Gilda (Rita Hayword), o Scarlet o’Hara (Vivian Leight), pero sí queda enmarcada en una época en el que el sexismo en el cine estaba extremadamente patente.

Volviendo al guión, no deja de ser cierto que se trata de un manifiesto político, envuelto en una historia entremezclada de pasión, lucha de poderes y defensa al límite de los ideales. Cabe recordar, que Rand, está considerada como una de las referencias del pensamiento liberal del siglo XX, y es todavía fuente de inspiración de personajes que poseen gran influencia en la economía mundial (Greenspang). La película gira en torno al devenir de un arquitecto, pero estereotipa los personajes, clasificándoles según la coherencia que mantengan con sus ideas.

La integridad viene encarnada de la mano de Howard Roark (Gary Cooper), quien lucha por llevar a cabo sus ideales aunque ello le suponga enfrentarse con toda una sociedad que no comulga con su modo de pensar. No importa si el sacrificio viene de la mano del dinero (primera tentación en la oferta de la revisión neoclásica del primer encargo), de una mujer, Dominique Francón (Patricia Neal), de la que se enamora y a la que en dos ocasiones abandona por perseguir sus ideales, o de su despreciado compañero también arquitecto Kent Smith (Peter Keating), cuando le ofrece doscientos dólares a cambio de reconocer el triunfo de la mediocridad. Rand le ofrece eso sí, a Roark un bello final, alejado las penurias de otros genios en vida, y cuya obra y relevancia fue reconocida tras su muerte (Wolfang Amadeus Mozart en la música, Miguel de Cervantes en la literatura o Juan Gregorio Mendel en el campo científico).

Un segundo escalón, el del poder, lo representa Gail Wyland (Raymon Massey) y representa a hombres que, siendo fieles a sus ideales, acaban por sucumbir a las presiones. En un momento dado, cuando son conscientes de su error, no les queda más que una salida digna. Este personaje tiene reminiscencias a Charles Foster Kane (y su fuente de inspiración William Randolph Hearst), un periodista empresario de la época ampliamente conocido por usar los medios como auténticos instrumentos políticos. Es el precursor de la llamada “prensa amarilla” y promotor de la manipulación mediática dirigida a sus fines comerciales.

En el tercer escalón están los parásitos que solo viven de las ideas de los demás. Son los que representan el triunfo de lo gris, y los que están sometidos a la dictadura de las masas. Son los que se dedican a la copia y al saqueo y a los que Rand condena al obscurantismo. Por si el espectador no “hubiera captado el mensaje”, la cámara entrecruza planos en el diálogo final, recalcando la diferencia entre el genio y el mediocre, el dueño de sí mismo y el sometido, el triunfador y el fracasado.

En el cuarto escalón se encuentran las masas, aquellas a las que los ideólogos dirigen. Las representan aquellos que desean ser influenciados por otros, los carentes de opinión. Ellsworth Monkton Toohey (Kent Smith), antítesis de Roark es el manipulador que las agita. Suyas son las decadentes ideas del socialismo y del comunismo y su proposición de destruir la excelencia y la creatividad mediante la utilización del periodismo como método agitador.

En la película se evidencia la importancia que han tenido los Mecenas para el arte (término procedente de la familia Medici de Florencia, que con su dinero de banqueros iniciaron e impulsaron el renacimiento italiano). Esta figura, viene encarnada en la película por el primer encargo que recibe Roark, el Edificio Enright, que se etiqueta de “edificio para privilegiados”, y es este mismo mecenas el que cierra la película con la recompra del último proyecto. No se si como purga de su afán elitista o como ánimo de llegar a todos los escalones de la sociedad, este último proyecto es una macro construcción de viviendas de protección oficial, demostrando así que la arquitectura sostenible, innovadora y económica es un mito posible.

Cabe recordar que los arquitectos de principios del siglo XX estaban preocupados no sólo por las viviendas de clase alta sino también por las viviendas sociales -podemos recordar las «siedlungen» alemanas. Conceptos como la prefabricación, la ausencia de ornamentos, la estandarización de elementos tanto estructurales como de mobiliario se aplicaron en el programa de viviendas sociales mejor que en edificios singulares. Condición que además viene motivada por la falta de viviendas después de las grandes guerras.

He de reconocer que existe cierto halo de propaganda estilo Leni Rieffenstahl en “El triunfo de la voluntad”, aunque en mi opinión, la soberbia de Roark que transmite al espectador no es sino un reflejo de su tozudez, ya que siempre demuestra un respeto exquisito sobre el trabajo de sus colegas. Any aboga en el alegato final de Roark, por la maximización de los derechos del individuo desde un análisis liberal individualista y por el establecimiento de un estado mínimo (miniarquista), que preserve todos los derechos individuales intactos. Es el ego del hombre “el manantial” del progreso humano, y de ahí el título de la película.

Probablemente si tuviera que elegir el momento que más me impactó, no elegiría el abandono de la la arquitectura para ser un obrero, ni su alegato final cargado de ciertos tintes de “buenismo”, sino el momento en que, iniciada su carrera hasta la cumbre, y tras la realización del “Edificio Enright”, decide aceptar el proyecto de una estación de servicio. Las personas a las que nos apasiona nuestra profesión, ya se la medicina, el comercio, la arquitectura o el arte, solemos imaginarnos en nuestros inicios trabajando en grandes edificios, grandes hospitales, grandes superficies o exponiendo en importantes galerías, y a en ocasiones puede que lleguemos a sacrificar nuestros propios ideales por pertenecer a un determinado colectivo, o para poder trabajar en un determinado lugar. Roark sin embargo, escapa a ese sueño ególatra y acepta el reto. “Se puede hace muy buena arquitectura en el diseño de una gasolinera”, al igual que se pueden hacer muy buenos cuadros que jamás se expondrán en la Tate. No es necesario trabajar en un hospital puntero para hacer una buena medicina.

Fundación Micellium

Título original: Citizen Kane.
Director: Orson Welles.
País y año: EEUU, I.
Intérpretes: Orson Welles, Joseph Cotten, Everett Sloane,George Coulouris, Dorothy Comingore, Ray Collins.
Guión: Orson Welles Fotografía: Gregg Toland.
Música: Bernard Herrmann.

Fundación Micellium

Título original: Las invasiones bárbaras.
Director: Nunnally Johnson.
País y año: EEUU, 1957.
Intérpretes: Joanne Woodward, David Wayne, Lee J. Cobb, Edwin Jerome, Alena Murray, Nancy Kulp, Douglas Spencer, Douglas Spencer.
Guión: Nunnally Johnson (Libro: Corbett Thigpen & Hervey M. Cleckley).
Fotografía: Stanley Cortez (B&W).
Música: Robert Emmett Dolan.

LOST IN TRANSLATION

Título Original: Lost in translation.
País y año: EEUU, 2003.
Director: Sofia Coppola.
Reparto: Bill Murray, Scarlett Johansson, Anna Faris, Giovanni Ribisi, Catherine Lambert.
Guión: Sofia Coppola.
Fotografía: Lance Acord.
Música: Kevin Shields.

Pocos podíamos prever en 1990, que la dulce Mary Corleone (Soffía Coppola en el Padrino III), iba a convertirse en una buena directora de cine. Con tan solo una película a sus espaldas (Las vírgenes suicidas), la hija de Francis Ford Coppola nos ofrece una extraordinaria historia de dos personajes atrapados en una jungla de cristal.

No todas las películas están hechas para todos los públicos (contrariamente a lo que suelen anunciar los créditos), así que muchos espectadores se quedaron solamente con la excelente fotografía de Tokio, y en el transcurso de la misma, quedaron “perdidos en la traducción”. Es una película de tiempos lentos, en mi opinión obligados, en la que podemos reconocer e identificarnos en las emociones que siente cada personaje. Lo que no se le puede dejar de reconocer a Soffía, es que huye del clásico y típico modelo de “chico conoce a chica” y de personajes planos e insulsos, e indaga en un mundo de relaciones maduras y complejas.

La elección de los actores no puede ser más acertada. El personaje principal es Bob Harris (Bill Murray), un actor con no demasiados registros en la historia del cine, que abarcan desde los papeles infantiles (Cazafantasmas, Los albóndigas), hasta papeles mucho más próximos al de Lost in Translation (Atrapado en el tiempo, Flores Rotas). Como contrapunto Charlotte (Scarlett Johanson), que era en esos momentos una joven y emergente actriz, que hasta este momento solo nos había deleitado con papeles situados en la esfera de cisne blanco (El hombre que susuraba los caballos, La joven de la perla). No todos los actores pueden interpretar al mismo personaje en diferentes momentos de su carrera artística, y creo que Scarlett, no hubiera sido Charlotte si le hubiéramos visto previamente su faceta de cisne negro (Match Point). En mi opinión, el alma virgen a la que representa resulta un excelente contraste ante la madurez interpetativa e intelectual de Murray.

La película arranca de una manera lenta, pausada, lastrada por la soledad del protagonista, que transmite la sensación del tiempo detenido. Un hotel de 5 estrellas gran lujo, un trabajo de una semana por 2 millones de dólares, Tokio… una situación aparentemente idílica, se transforma en un espacio invadido por la monotonía. En los momentos iniciales, Harris no deja de tener un cierto parecido al George Clooney de Up in the Air, cuando los lujos a los que responde su vida, no aplacan su sensación de desasosiego. Harris aburrido de su vida y más aburrido todavía de su estancia en Japón, busca desesperadamente algo que le permita escapar de su hotel, de esta ciudad de este país. Es como el pirata de Sabina, “…y como huir cuando no quedan islas para naufragar…”.

Charlotte, sin embargo experimenta el desencanto de quien descubre un lamentable error. Nadie tiene la pócima secreta del matrimonio, pero un enlace prematuro puede desembocar en reconocer que la persona elegida, sus ambiciones personales, sus retos, su manera de entender la vida compartida, difiere mucho de la que nosotros preveíamos. En la película vemos a una Charlotte arrepentida de la renuncia a sus estudios, del sacrifico de seguir a su marido y del error de verse envuelta un mundo superficial.

En el desarrollo se establece una relación que podríamos considerar como obligada, pues ambos comparten un lugar (Japón, que les es hostil) y una ficción (una semana en un hotel, exentos de obligaciones). Ambos precisan una amistad y de un confidente, por lo que el inicio de la relación es natural, sin forcejeos. Deciden inicialmente acompañarse y visitar Tokio lo que es aprovechado por el guión para mostrarnos una espléndida fotografía.

En un primer instante, Harris no quiere reconocer lo inevitable, y trata de ponderar el sentido de un nuevo camino. Una llamada de teléfono a su esposa, le sirve para balancear lo que tiene (esa mochila que tanto le pesaba a George Clooney en las primeras escenas de Up in the air), frente a los destellos de los ojos de Charlotte. La conversación no puede ser más reveladora, y de ella se deriva un cariño que no es más que cariño, por alguien con quien tienes una vida material pero con quien hace mucho que acabaron los destellos. Se deduce a su vez, que su mujer conoce y perdona sus deslices siempre que sean esto, deslices, pero siente intranquilidad ante una nueva situación: “¿tengo algo de qué preocuparme..?”

Las relaciones que se establecen entre Charlotte y Harris se fortalecen a base de complicidades, confesiones sobre sus anhelos y sobre el sentido en el que discurren sus vidas. Cualquiera que no haya visto la película, podría pensar que el resultado final no es más que el sueño de una noche de verano. Sin embargo, para aclarar la situación hábilmente se introduce en el guión una tercera variable, la cantante de Jazz. Catherine Lambert, aparece en escena para mostrarle a Harris que una noche de pasión es incapaz de aplacar su vacío, mostrarle a Charlotte que la amistad que cree sentir es solo un vulgar disfraz del amor que ya siente, y mostrarnos a los espectadores que existe un abismo entre ambos sucesos.

Esta situación, aparentemente inverosímil por la lejanía del país, por la clase social de los personajes y por la belleza de Charlotte, ha sido reproducida a ciencia cierta en nuestras vidas. Quién no ha ido alguna vez a un campamento a las afueras de su ciudad en el colegio, a unas colonias de verano con el instituto, a un curso de inglés en el extranjero en la facultad o a un congreso en su trabajo. Todos hemos pasado por una situación personal en la que parece estuviéramos tocando fondo y hemos encontrado a alguien del que enamorarnos. Estas situaciones, dos almas y un destino, pueden devenir en múltiples finales, y tan solo comento, para aquellos que no han visto la película, que en mi caso personal, la ficción del guión es fiel reflejo de mi cruda realidad.

Título original: Atrapado en el Tiempo (GroundHog Day).
Director: Harold Ramis País y año: EEUU, 1993.
Intérpretes: Bill Murray, Andie MacDowell, Chris Elliott, Stephen Tobolowsky, Brian Doyle-Murray, Marita Geraghty, Angela Paton, Rick Ducommun, Rick Overton.
Guión: Danny Rubin & Harold Ramis (Historia: Danny Rubin).
Fotografía: John Bailey Música: George Fenton.

Título original:La joven de la perla.
Director: Peter Webber País y año: EEUU, 2004.
Intérpretes: Colin Firth, Scarlett Johansson, Tom Wilkinson, Cillian Murphy, Judy Parfitt, Joanna Scanlan, Essie Davis, Alakina Man, Chris McHallem, Gabrielle Reidy, Anna Popplewell, Rollo Weeks, Anaïs Nepper, Melanie Meyfroid, Nathan Nepper…
Guión: Nunnally Johnson (Libro: Corbett Thigpen & Hervey M. Cleckley).
Fotografía: Eduardo Serra Música: Robert Emmett Dolan.

Título original: Up in the air.
Director: Jason Reitman.
País y año: EEUU, 2009.
Intérpretes: George Clooney, Vera Farmiga, Anna Kendrick, Jason Bateman, Tamala Jones, J.K. Simmons, Danny McBride, Chris Lowell, Zach Galifianakis, Steve Eastin.
Guión: Jason Reitman, Sheldon Turner (Novela: Walter Kirn).
Fotografía: Eric Steelberg Música: Rolfe Kent.